"¡Qué lindo día!", de todas formas, seguía mirando la vereda, no hacia arriba, porque estaba recordando, y lo hago mirando hacia abajo. Recordaba tu última imágen, y se filtraban las alarmas automáticas que aparecen en mi mente sobre las cosas que no hice/tengo pendientes. Había disfrutado mucho el viaje en colectivo, porque en ese entonces el mp3 funcionaba. Ahora está roto, pero no me afecta en lo más mínimo; a decir verdad, descubrí que los aparatos no son vitales para mí (o al menos ahora, que no tengo un trabajo que me obligue a acostarme con la tecnología y jugar a ser un prototipo social).
Tenía puesto el vestido que más te gusta, y creo que un poco se me veía la bombacha;
por suerte llegaste rápido, porque entre la contaminación sonora, las alarmas mentales y el verano rabioso se había formado una ecuación demasiado difícil de resolver.
Mañana se repite pero con bufandas y saquitos, vayamos a desayunar juntos que estoy muy contenta, juguemos a pisar las hojitas secas (¿ya se secaron?) y a reírnos como cada vez que nos damos la mano, que es mi estación preferida.
Otoño, abril, ¡qué ganas de detener el tiempo!

