miércoles, 28 de abril de 2010

Llegó el otoño ♥

¿Te acordás cuando te esperé sentada en la vereda, mirando a unos cartoneros, en Once? hacía mucho calor. Qué se yo, el contexto era el mismo de todos los días en una ciudad, mucha gente, mucho tránsito, mucho ruido. Nunca tengo plata, así que no estaba tomándome una coca. Apenas tenía para unos caramelos de menta, para darte un buen beso; y un resto justo para viajar.
"¡Qué lindo día!", de todas formas, seguía mirando la vereda, no hacia arriba, porque estaba recordando, y lo hago mirando hacia abajo. Recordaba tu última imágen, y se filtraban las alarmas automáticas que aparecen en mi mente sobre las cosas que no hice/tengo pendientes. Había disfrutado mucho el viaje en colectivo, porque en ese entonces el mp3 funcionaba. Ahora está roto, pero no me afecta en lo más mínimo; a decir verdad, descubrí que los aparatos no son vitales para mí (o al menos ahora, que no tengo un trabajo que me obligue a acostarme con la tecnología y jugar a ser un prototipo social).
Tenía puesto el vestido que más te gusta, y creo que un poco se me veía la bombacha;
por suerte llegaste rápido, porque entre la contaminación sonora, las alarmas mentales y el verano rabioso se había formado una ecuación demasiado difícil de resolver.
Mañana se repite pero con bufandas y saquitos, vayamos a desayunar juntos que estoy muy contenta, juguemos a pisar las hojitas secas (¿ya se secaron?) y a reírnos como cada vez que nos damos la mano, que es mi estación preferida.
Otoño, abril, ¡qué ganas de detener el tiempo!


domingo, 25 de abril de 2010

Renacer

Ayer lamenté, mirando hacia arriba con el corazón, el día en que supe que no había nada más que cielo en el cielo. Busqué, francamente, pero mi fé no nace de la nada, y leí demasiado a Nietzche como para tener esperanzas.
Catorce días, dos lágrimas... de pronto todo se cayó de una manera tan estruendosa que no hice a tiempo para sostener mi inocencia; qué rápido pasan las cosas, qué torpe es a humanidad.
Lo más gris, el miedo prematuro, la espera más silenciosa y la ira repentina, las emociones imposibles de ordenar se fusionaron en un todo que me abrazó con la fuerza de mil mares.
Estaba todo vacío.





Sin embargo, qué nos queda más que nuestro amor, y esa certeza que en ese instante nació de que nuestra vida está unida por un lazo que jamás se va a romper
qué nos queda más que siempre afrontar solos -pero juntos- los huracanes que los hechos nos regalan,
llorar en el hombro de otro y volver a nacer desde el dolor,
y aprender, sobre todo,
para seguir amando, caminando de la mano.
Cómo crecimos...
Y supe que ya no quiero que me suelten tus brazos ni que sueñes con finales, "ahora que vuelvo a tu calor como nunca antes, ya no quiero sentir frío". Me fuí a la cama en paz, el libro de Nietzche en la mochila; la noche estaba calma y estática, la cama, ahora, no me es tan familiar como la tuya, y estaba más helada que nunca.
Me dormí rápido, después de llorarnos un poco.






Hoy desperté tal y como lo esperaba,
con la necesidad de un abrazo, de tu caricia eterna, con las mejillas apenas ruborizadas
Pero el cielo está despejado, los árboles se van desnudando de a poco y
sonreí porque no sólo siento que soy más tuya, sinó que
hoy supe que somos lo más grande que el amor mismo puede crear,
excentos de nihilismos y de teorías froideanas,
de cadenas y censuras;
supe que, lo que cada uno guarda dentro hacia el otro, se superpone a todas las adversidades;
hoy, básicamente, supe desde lo más hondo que somos uno.


Y ahora, Sui Generis, los párpados hinchados. Te espero.
Se viene un día largo...








jueves, 22 de abril de 2010


Te encontraré una mañana dentro de mi habitación, y prepararás la cama para dos...